jueves, 24 de noviembre de 2011

La número CINCO

Como a las tres de la tarde saco un pañuelo para secarse las lágrimas que invadían su rostro, recogió aquella maleta de recuerdos; exhalo y observo por última ocasión la redonda figura de aquella mujer. Su rostro denotaba un sin fin de situaciones, encuentros con aquella blanca cenicienta, caminó por aquel largo túnel el cual no parecía tener fin. Su cerebro indagaba otras posibilidades, mientras lo que dejaba por detrás era tan solo un abismal vacio lleno de goles hechos.
Tantas preguntas en un mismo día eran difíciles en tan pocas horas, pero tenían que suceder, algo para que aquel incauto comprobara ya su nueva realidad. Un mar de gente compartía sonatas silenciosas, el paso desapercibido entre toda la multitud, estaba como pálido de tanta inexistencia. Decidió no asistir en su automóvil al hogar fétido de mas balompié, siguió caminando bajo un sol tímido ¡hasta el tenía flojera de volverle a ver! Empezaba a llover, pero el no ponía atención al ¡plok! De la lluvia, no ponía ni las ganas para definir ese nuevo destino.
La estridencia de una ambulancia a lo lejos logro solo un poco ahuyentar esa ausencia que cargaba en ese instante, pasó el vehículo curatorio como quien fuese a recibir herencia, el detuvo su andar y pensó: espero este bien, divagaba demasiado pero raramente ese pensamiento le abordo, se sonrió y prosiguió con la soledad de la mano, llego por fin a su casa, introdujo la tarjeta madre seguido de digitar algunos números e ingreso como un semental al que acaban de sacrificar en el ruedo mas feroz, de ese tamaño era su tristeza.
No había nadie, la obscuridad del hogar le sorrajo ganas de no tener ganas de nada, fue directamente a su habitación encendió la luz, nuevamente lo que quema, recuerdo, rostros, tiempos, aquel cuarto se parecía mucho al vestidor donde el esfuerzo fue lo ultimo que lo abandono, o mas bien nunca, sobre el cabezal una nota: Eh viejo! Linda forma de entregarte a lo que amas, firmaba redondito el hijo regordete de 8 años que procreo con su esposa. Saco del cajón contiguo una bata blanca con sus iníciales en rojo preparo la tina por unos cuantos segundo y al ritmo de imagine se sumergió en un profundo sueño.
El reloj marcaba muchísimas horas transcurridas, despertó, salió de la tina lleno de arrugas por toda el agua que había absorbido su cuerpo. Se puso la bata y bajo a la cocina, parecía tener hambre o solo era ansia sutil, miro extrañadísimo como seguía solo; mientras degustaba de un emparedado de verduras. Telefoneo a su esposa, todo era extrañísimo, ella no contesto, y el ya con una preocupación grande.
Salió al compas de rápido, y recordó de pronto que su auto estaba en aquel lugar, dolía la sola idea de regresar ahí, pero mas era la preocupación no saber nada de los seres amados, al encaminarse una comparsa recorría aquella fría calle, al frente un féretro cargado por cuatro sombras, redondito y mamá en un hilo insoportable de lágrimas, el cielo no paraba de llorar y el, perplejo, no entendía aquella escena que corría enfrente de el, sus pupilas se quedaron tan alejadas.

En ese mismo punto, se regreso la película. Entonces a las tres de la tarde, el se miro postrado en el césped de aquel TEATRO DE LOS SUEÑOS sucumbiendo a un paro fulminante producto del excesivo amor a su trabajo, el silencio era como una verbena a la que jamás te gustaría acudir, sus compañeros tenían la derrota pintada en cada palmo de la cancha, sus piernas estaban fracturadas y el talento era solo el ego menos importante.
Así quise escribir mi historia y ese sublime momento, pido perdón a mi bella esposa por no darle un último primer beso, me duele hasta los recovecos de los propios recovecos la falta paternal que tendrá el pequeño redondito, entiéndanme o no. Fui feliz por que morí teniendo ganas de hacerle goles al arcoíris, por que un día no me volví tan fanático y entendí que esto solo es un juego, por que puso en mi tonto andar una princesa, y al mas redondito de los redonditos mi hijo, mi orgullo.
Una ultima cosa… ahora entiendo por que el sol jamás salió, por que el día olía a melancolía, seguramente no era por mi, era por que la numero cinco se tenia que frenar en algún punto del mundo para siempre…

ROBERTO CARLOS VARGAS MENDOZA (ruPErto!!!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario