jueves, 24 de noviembre de 2011

“En domingo”

Cuando el sol se encontraba en lo más alto del cielo entonces monte mi triciclo apache y salí al jardín a quemar llanta, desde la ventana mi madre me extendía con la mano un saludo cada que pasaba por ahí, era lindo ver el azul intenso arriba; un verde chistante abrumaba mis ojos, una gran madeja de extensiones como paraíso se encontraban en aquel lugar lleno de vida, como lo llego a ser un día el fraccionamiento.
Algunos dicen que recolectar historia no suele ser muy sano, salen canas y te vuelves gruñón; un melancólico fulgurante. Para mi es intentar entender como es que se tergiversaron los hilos de un camino que parecía estaba apegado a lo más alto y termino siendo poco menos que un sucio muladar.
Ese muladar daba opción a soñar, a creer con tan solo cuatro años. Para cuando mi entendimiento podía explotar con más ansias una extensión de la casa se convertía en papelería y dejaba atrás un bello aparato de flores, césped; solo la gran jacaranda marcaba el tiempo a la par de nosotros. Lo que eran hermosas rosas se convirtieron en papel celofán, cuadernos y lápices berol. El atrabancado apache quedo atrás.
Con el se quedaron cosas limpias y acciones buenas guardadas para siempre, atados en el tiempo. Ayer leyendo el diario de la colonia, si ese, el del gritón me enteraba del muerto hallado cerca del campo de fútbol, con dos impactos de bala, amarillista la imagen; pero tan llena de realidad. De esa manera tomaba el domingo. La pólvora de aquella ojiva creo un púlpito de cosas en desorden; la carente identidad succiono la tarde.
Veinte mil sirena estornudaron por todas partes, buscaban respuestas o solo simulaban el echo de saberse rebasadas por la violenta mañana de aquel domingo. La tele distraída ponía las mismas porquerías de cada domingo, churros de nuestro maravillosos cine, noticias sin importancia y muy alejadas de la realidad…
Preferí el salcochado de hierba, sudor y patadas. El circo del fut dominical cuando los pansas verdes ocupaban el horario de las doce del día; no recuerdo el rival solamente un marcador abultado y el grito de ole. No dejaba de pensar en la imagen putrefacta que invadía ya este entorno cada vez más ríspido y menso inocente; cada vez más lleno de extraños.
Cronológicamente, la papelería pasó a ser una gran miscelánea en donde encontrabas remedios hasta para tus remedios. Recuerdo que siempre fui fiel a cada juguete, dulce o baratija que salía. Ahora el plastificado en los líquidos le quitaba la autenticidad del vidrio a las chaparritas. Y aquella jacaranda que departía tiempo y espacio junto a nosotros un día fue mutilada desde sus entrañas.
Todo lo que pretendía ser calma se convirtió en olores y ruidos estridentes. Por eso ya no me paro temprano los domingos; no quiero ver como el ganduleo de algunos termina por completo con mi fraccionamiento. Hoy intente escribirle al tiempo un pequeño reclamo de cómo a veces nos olvidamos mutuamente. A veces me siento extraño; será que los macetones ya no tienen flores…

ROBERTO CARLOS VARGAS MENDOZA (ruPErto!!!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario