jueves, 24 de noviembre de 2011

DESPERTÉ

Fumaba un puro demasiado extraño para ser viernes, con olor a menta de los sesentas, escuchaba a la orquesta Mondragón, el corazón de neón entreveraba ideas y el humo subsecuente de golpe las quemaba. Y sin más explicaciones proferidas de su oblicuo sentido del habla me recito –este cd autentico y piratisima de la mondragón no lo encuentras en cualquier puestesito; don chui se encarga de armarte lo que le pidas ¡discaso! enserio, discaso- solo agache mi azotea.
Me despedí del otro lado de la baranda haciendo muecas irreparables de felicidad – por fin me voy de este cochino y asqueroso lugar- el vuelo me esperaba del otro lado del aeropuerto y faltaba poco menos de veinte minutos para abordar. Tome la barra caminadora y apresure el paso olvidando ayeres pusilánimes y apestosos.
Desde la ventanilla del avión se moría toda perspectiva de aquellos lares por donde alguna vez recorrí con mi carrito de pedales aceras, calles y callejones. Despacio, se quedo muerta obscura y triste debajo del tren de aterrizaje del majestuoso volador ballenero; me ponía feliz. Las explicaciones por si nos llegamos a perder entre las nubes siempre salen a la vista; son tan repetitivas que el sueño me gano antes de poder si quiera concebirlo.
Desperté no se cuanto tiempo después, solo recuerdo las punzadas en mi brazo, el ruido en mi cabeza desorbitaba mis ojos; los dejaba inyectados de sangra. Mis sentidos se perdieron por un segundo pero el precioso olor otoñal de la rubia azafata motorizo la locura vanidosa que vive en mí- llegamos señor- melodía de arrabal profanada de su lengua.
Al tomar el túnel para buscar mi equipaje solté la rienda desangelada de mi vientre y el aire atorado dio un vuelco para difuminarse en este nuevo lugar; para que esos aires se entremezclaran con los míos, se conocieran, para darme confianza y saber que lo correcto no siempre es lo mejor; pero te sientes libre, respetado… GENTE otra vez.
No entendía una sola palabra, japonés, chino, tailandés no; ruso quizá. De cualquier manera existían flechas con un símbolo debajo en forma de coche, deduje enseguida la idea de un taxi. Dirigí mi andar lorenzo, siguiendo cada una de las flechas para encontrar algún transporte que me llevará a buscar un hotel; aunque si mal no recuerdo cuando aborde mi nuevo destino jamás me paso por la mente escudriñar cual podría ser este.
El orden para abordar un vehículo es plausible, nadie intenta meterse, todos con ticket en mano. Llego mi turno, allá voy no recuerdo haber exclamado algo, simplemente se esforzó un poco el taxista para preguntarme en castellano como Dios manda que si era foráneo- supongo, no si, por desgracia vengo de un bote lleno de basura a pulirme y robarme buenas costumbres, se me llegan a olvidar- el sarcasmo de mi respuesta no tuvo contestación gestual en aquel hombre solo movió la cabeza horizontalmente.
Y sin más al doblar la esquina todo era de papel mache, las casas en blanco y negro tomaban un detalle supernatural, no comprendía pero me gustaba cada espacio. Era nuevo, limpio, con olor a margarita, resanado; era. . . como un libro de Villoro de Borges, había encontrado el sitio para vivir sin prisas, con orden entre mi ropa y las demás personas.
Era tan espectacular que me deportaron como a todos por viajar de polisón -órale cabrón ya llegamos y usted se subió sin pagar son doce cincuenta no se haga el pinche dormido- si, desperté, en realidad vivimos una diabólica cotidianeidad; vivimos uno tras otro agarrados con el hilo de la envidia y mediocridad. Vivimos simplemente sin protestar.

ROBERTO CARLOS VARGAS MENDOZA (ruPErto!!!)

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