jueves, 7 de febrero de 2013

VEJEZ, eres mujer o men?

Se mecía justamente al ritmo de las olas del mar, preservaba lo que parecían años sobre su abdomen, sus manos, sus ojos irritados. Carecía de información subliminal, un presente informal y una memoria incondicional. Había treinta mil estrellas colgadas, luceros degradados, difuminados por el dedo de la naturaleza; ahí se encontraba caminando, pisando el suelo dividido de la arena. Ese ecosistema lo recorría casi a ciegas, de noche y día, con luna llena; a veces vacía, en silencio o con rima; pero así lo seguía, a donde fuera, donde la estela de luz se entretuviera; continuaba ahí cuidando su espalda a lo que sucediera. No sucedía nada, todo quieto persistía, tan volátil ella como el aire; tan tranquila, tan distante. Hubo un día que no avanzo, se detuvo y fue feliz, otros tantos siguió inconstantes, luego, devastador, hiperactivo y superficial. Nunca igual, siempre le faltaba algo, a disgusto con la mente inherente a la incoherencia, a lo absurdo, a la verdad y su aflicción. Eficaz en sus formas, vestido de todo, de tradición, de moda, de ridículas cosas; vestido y desnudo, vestido e ignorado. Disfrazado de ligas rebotaba entre la acera, jugueteando conocía las cicatrices de las calles, las fracturadas avenidas surgían inconstantes tendidas para ser pisadas por los muchos caminantes. Precisamente por los que ruedan y tienen flojera de salir a deambular como el viandante. Recordé el ecosistema con su agua intomable; que se acerca y se retira, que te moja para que la sigas. Ni uno ni otra, no hay lugar, ni tiempo; me di cuenta que solo embeleso, se podrán perder en sus memorias para despertar y darse cuenta que al final de aquella acera, mar, bosque o selva estaré yo, fiel quimera con la noche sin ser precisamente un final; solo el inicio y la huella fuerte de que la vida se agolpo en tu silla pequeña para enseñarte a caminar ... ROBERTO CARLOS VARGAS MENDOZA (ruPErto!!!)