jueves, 24 de noviembre de 2011

¡CUANDO TE VUELVES LOCO!

Me mantuve distraído sobre la butaca 12 del generoso manicomio, me mantuve apagado; no escuchaba los latidos de tus ojos, fuiste redonda casi un año, blanca por más de tres siglos, combatías dragones y te mirabas en el espejo roto de mi cuarto. Me arruinabas fiestas, amigos, encuentros, me tirabas cosas importantes.
Eres regordetamente vanidosa, blanca sensación para embriagarme por ti, y llorar, y existir; para motivarme, para salirme de mí, para besarte en seguidas ocasiones cuando me encuentre aniquilado de tanta soledad acompañada de una sinusitis tan alérgica que me enferme de repente y sea hipocondriaco de todo lo que te sucede a ti.
¿Eso merezco? Ser tu sana diversión, tu porrista disléxico, soy el chillón de allá arriba con cabeza cuadrada y corazón al revés, de playera sucia con vivos de lodo. Soy el mismo tonto que te arropa cuando tu actuación fue mediocre, soy ese hilo que remienda tu herida por donde se escapa tu signo vital EL AIRE.
Me dijo: estas pálido, no es nada conteste, solo es el brillo del sol que no me deja en paz. Insistió, de verdad no quieres un refresco, un dulce. Estaba perdido, desmallado; estaba con el corazón a más diez y sin frenos. La porra se tiraba un vals alegre para festejar al ganador, al descarado contrario que le pinto la cara a mi equipo.
Fue ahí: minuto noventa y cinco se acabo, era el último esfuerzo, la última barrida, pero no; maldita la hora en que dejaste votar la pelota en esa luna malvada. Que poder, cuanto talento en ese solo 19, disparo y desfundo mi portería, maldito el portero que solo es bueno como cobrador de su edificio.
Todo se disparo en cámara lenta, haciendo zoom back en su mano. Tenía furia en ves de dedos, un palo en ves de manos, era un robot dispuesto a matar, a sentenciar y luchar por lo que cree justo. Retumban tambores, llueven sirenas, golpean miradas, se comprime el silencio; se convierte en el ¡piiiiiiiiiiiiiiiii! Como si estuvieras muriendo.
El epitafio dice: Señor doce hoy un día de tantos poncho el balón de un cabezazo lleno de ira, de rabia. Se pego un pique hasta la otra portería para demostrar que jamás podrá ganarle a nadie, SEÑOR DOCE hoy lo tenemos metido aquí en el hoyo. Solo una cosa más, de este nadie puede escapar, ni la misma muerte.
Arriba era un espasmo de inconsciencia, “me volví loco decía por dentro, es un sueño y me pelliascaba la lengua”. Me elevaba como globo que se le escapa a un niño de las manos, era livianito, era nada más que nada, luego sentí arder, ¿luego desperté o no?

ROBERTO CARLOS VARGAS MENDOZA (ruPErto!!!)

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